no llores anciano,
hoy que hasta ti llega
la ruidosa brega,
gloria del verano,
del que el trigo siega
que sembró su mano.
Ni al lucero llores,
que mató la autora
con flecha de amores
al llegar su hora;
tal como a tus flores
con fieros ardores
el sol las devora.
Ni tu llanto viertas
por la hoja caída,
viendo ante tus puertas,
a la amanecida,
tantas flores muertas
tras su corta vida:
son señales ciertas
de misión cumplida.
Mies lucero, hojas y flores
dicen: "Anciano no llores".
Lo que importa a la partida
de ese valle de dolores,
es haber sembrado amores
y decir, la frente erguida:
"¡Misión Cumplida!"
José L. Carreño